miércoles, 21 de abril de 2010

Soy militante de la paz y predicador de la esperanza, por densas como se encuentren las nubes que anuncien una tormenta. No obstante, si bien los conflictos – lo recuerda San Agustín – se resuelven por vía de la concordia o el acuerdo entre los corazones, cuando ello no es posible la opción pacífica razonable es desnudar al beligerante, mostrarlo ante el colectivo como lo que es, para que éste lo aisle y expulse.

Esteban – todos sabemos a quien me refiero – ha declarado y sostenido que no gobierna al país que no le es afecto, y que nada le interesa el diálogo con sus opositores. Los considera enemigos o traidores de su causa, esa que impondrá – como lo cree - por las buenas o las malas: “la revolución es pacífica pero armada”, dice a cada instante.

En lo internacional es rutinaria su pródigalidad en las ofensas y expresiones escatológicas hacia quienes advierte contrarios a su propósito político-militar indefinible, unas veces bolivariano, otras marxista, las más populista y militarista, pero, en síntesis, propósito personal y no de bien común.

¡Y es que mal puede Esteban ser un hombre de paz! Su cultura “preconvencional” llega hasta el nivel de su grado de Teniente Coronel. Es presa de una cosmovisión casera, primitiva, que le muestra al entorno como teatro de conflictos, cuyas relaciones se han de resolver a la manera de El Leviatán: Homo homines lupus, el hombre es el lobo del hombre.

Globovision.com - Clima de guerra

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